miércoles, julio 18, 2007

Hábitos de sometimiento e imperialismo

Voy a hacer referencia a la ponencia del V Congreso Internacional “Cultura y Desarrollo” de La Habana (fuente: Rebelion.org), de Carlo Frabetti, miembro fundador de la Alianza de Intelectuales Antiimperialistas, en la que hace un análisis de algunos cambios en la moda y en la alimentación impulsados desde la cultura de los Estados Unidos:



"Corbatas, tacones y hamburguesas"


"[...]resulta paradójico (y preocupante) que en el más antiimperialista de los países y en el marco de un congreso sobre la diversidad cultural, disten de ser infrecuentes los signos de sometimiento a los patrones occidentales.

Si el traje de chaqueta (esa atrófica chaqueta que no en vano se denomina “americana”), uniforme oficial del macho dominante que lo distingue tanto de la clase oprimida (los obreros) como del género oprimido (las mujeres), es absurdo en todas partes, lo es doblemente en Cuba, y el hecho de que esté desplazando a la tradicional, elegante y funcional guayabera(*) en los actos oficiales, es una señal de decadencia estética cuya importancia (nulla aesthetica sine ethica) no habría que subvalorar. ¿Y qué decir de la falocrática corbata, ese ridículo nudo corredizo de seda, a la vez signo de poder y de sometimiento, que en Occidente sigue siendo de uso obligatorio en muchos lugares y circunstancias?

¿Y qué decir de los zapatos de tacón (a cuyo éxito tanto han contribuido las divas de Hollywood)? No solo son obviamente inadecuados para caminar (y ya no digamos para correr), sino que, por si fuera poco, los traumatólogos llevan décadas denunciando los graves daños para los pies, e incluso para la columna vertebral, que acarrea su uso. Y, por otra parte, ¿cuál se supone que es su función? ¿Hacer más “atractiva” a la mujer que los lleva? Pero ¿quién puede encontrar atractiva a una mujer que lleva en los pies unos instrumentos de tortura que limitan su movilidad y dañan su salud? Solo un enfermo, obviamente, un machito baboso que se excita con la estética del dolor y la sumisión. La próxima vez, compañeras, que vayáis a calzaros unos zapatos de tacón, preguntaos qué pretendéis con ello. Si vuestra intención es excitar a los sadomasoquistas, y os parece, además, que el logro de tan alto objetivo merece la inmolación de vuestros metatarsianos y vuestras vértebras, adelante; pero si vuestra finalidad es otra (por ejemplo, que os consideren personas y no objetos), estáis adoptando una estrategia claramente equivocada.

Pero tal vez el más nefasto de los hábitos cotidianos impuestos por la cultura estadounidense (aunque no solo por ella, sino por los países ricos en general) sea el carnivorismo. Las hamburgueserías (y a ello ha contribuido el cine de forma muy especial) se han convertido, en todo Occidente (y en parte de Oriente), en importantes lugares de encuentro de los adolescentes, tan emblemáticos como las discotecas o los grandes centros comerciales. Y la disparatada idea de que “comer bien es comer carne” ha calado profundamente en casi todo el mundo, incluida Cuba, donde el consumo de cerdo está alcanzando niveles preocupantes (la última Feria del Libro de La Habana, sin ir más lejos, estaba llena de puestos ambulantes donde se vendían esas grasientas seudohamburguesas porcinas que hacen las delicias –y las barriguitas-- de tantos cubanos). El carnivorismo (y en especial el cerdivorismo) es nefasto desde el punto de vista dietético, económico y ecológico, y la revolucionaria Cuba debería abordar el tema con la seriedad que merece.

La defensa de la diversidad cultural bien entendida empieza por uno mismo, por una misma, y quienes nos oponemos a la dominación imperialista deberíamos ser más críticos con nuestras propias costumbres. Tendemos a considerar naturales nuestros hábitos cotidianos (dietéticos, indumentarios, amorosos), y a menudo no solo no son tan naturales, sino que en realidad ni siquiera son nuestros. En estos momentos, para Cuba, como para muchos otros países de todo el mundo, la mayor amenaza imperialista no está en el Pentágono, sino en Hollywood y en McDonald’s."

(*)Guayabera: fresca y útil camisa, normalmente de 4 bolsillos.

Saludetes varios y mírate antes de salir de casa, no sea que vayas un poco ridícul@ para nada.

martes, julio 10, 2007

MALAS LECHES




He ido acumulando bastante mala leche en estos días viendo y escuchando las continuas barbaridades de nuestro querido sistema neo-franquista, neo-liberal y todos los "neos" que preceden a otros tantos conceptos asquerosos.

Por lo tanto, voy a hacer un resumen de estas inquietudes actuales.

MALA LECHE I

Gallardón pone cámaras en el centro de Madrid y decide cerrar los Sex-Shop. Un hombre entrevistado en el telediario dice que "...a veces hay que sacrificar algo de libertad para proteger nuestra seguridad...".

Estoy harto de la excusa del control "Por su seguridad". Estoy harto de los poderosos que odian a los madrileños (en este caso), aunque se puede ampliar a todo el género humano. Estoy harto de oír que ciertas actividades "no son compatibles con el plan de modernización del centro de Madrid", mientras que las agresiones de la policía en las manifestaciones en el centro sí son compatibles con esa supuesta modernización. Estoy harto de entrar a un centro comercial, a un garaje, a pasear cerca de un edificio militar y ahora por el centro y que mi intimidad se vaya a la mierda, y por supuesto que me pongan mil trabas para ejercer mi derecho de cancelación de mis datos (en este caso mis imágenes).


MALA LECHE II

Mi hartura se amplía al transporte público. Sólo en un régimen de oligarquía política se puede entender que ciertas estaciones de metro en barrios obreros se pudran en el olvido o en obras interminables, y mientras se trate como un asesino sanguinario a aquél que no ha pagado un billete. Por lo tanto, se establece un sistema de estado policial en las salidas de estaciones para retener e interrogar al que se salga del tiesto.

Estoy harto de que nadie se plantee por qué éste o aquél no paga para usar el Cercanías o el Metro, estoy harto de que se me controle al entrar o salir de un medio de transporte público por sistema como si fuésemos autómatas. Estoy tan harto...


MALA LECHE III

Estoy harto de aguantar la televisión fascista (esta definición la cojo citando a Lolo Rico) que aparece ante nuestros ojos al encenderla, dando igual la hora o el canal, estoy harto de que nos metan por los ojos publicidad de productos que no necesitamos, estoy harto de ver homenajes a toreros asesinos de animales y a condesas millonarias y profranquistas, estoy harto de la alienación y alineación de las cadenas (incluídas las públicas) con el sistema de oligarcas que, cuales buitres, mordisquean su parcela de poder y tienen la desvergüenza de sentarse en los edificios de los órganos estatales, autonómicos o locales, da igual, desde los cuales se debería gestionar el poder emanado del pueblo.


MALA LECHE IV

Para terminar, decir que estoy harto de oír hablar de espíritus de Ermua sin que se nombren las expropiaciones a los colectivos culturales y políticos de Euskal Herria porque no siguen la línea del pensamiento único. Estoy harto de ver cómo se exentan de tasas las víctimas del terrorismo, aunque este terrorismo sólo incluya cierto significado obviando otros, mientras que la familia del chaval nigeniaro de 23 años muerto amordazado y supuestamente "bien custodiado" no van a recibir las ayudas que estos oligarcas asquerosos envían sólo a quien quieren o interesa (véase AVT o Iglesia).

Estoy harto de oír que tengamos miedo de ETA, que ha matado a mil y pico personas en no sé cuántos años y que no sean temas principales las más de mil muertes CADA AÑO en accidente laboral y tantas otras muertes en accidentes de circulación, y que en cambio se financien carnets de conducir, que se olviden de transportes ecológicos, de transportes públicos.

Estoy harto de homenajes a chavales que mandan a una muerte altamente probable al ocupar países en lugares estratégicos y que la muerte desde un andamio de un padre de familia que se levantaba a las 5 de la mañana para ganar 800 euros por 10 ó 12 horas de curro no sea un acto mucho más heroico.

Estoy harto de que en este entramado se olviden las muertes por violencia doméstica y sólo se recuerden cuando se puedan mostrar como morbo o para darse besitos los políticos en sus culos infames. Que se olviden de los presos muertos, de los muertos en la calle presa del desamparo, de las muertes y minusvalías que causa la falta de presupuesto en sanidad.


No. No me he desahogado. Hasta que empiecen a cambiar las cosas y volvamos a un régimen democrático, sin perder más oportunidades como la que se perdió a la muerte del asesino canalla del Culo Blanco, no creo que hasta entonces pueda sentirme desahogado.

Saludetes con salud.
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